Usarlo, hacerlo tuyo por unas horas, y luego devolverlo en su caja protectora, como si estuviese nuevo.
Una vieja amiga llamaba a mi puerta: Poesía. Pero esta vez sonaba al mismo tiempo feliz y triste, segura y tímida, miedosa y atrevida. Sonaba a compañía y a soledad. Y a madurez.
Poesía,
que ahora vuelves,
como si nada.
Por mí han pasado ya,
horas, días, meses,
tardes largas.
Poesía,
ahora vuelves como si nada,
y te apoderas de mi alma.
Como si verdaderamente
esclavo tuyo fuera,
para darte forma,
quererte y amarte
cuándo tú digas,
sin importarte yo nada.
Poesía,
vuelves dura y fría,
suave y caliente,
y poco a poco te vas colando,
en mi mente.
Poesía,
vuelves con tu balanza
de la que nadie se libra.
Llena de esperanzas,
de fobias y filias.
Pero Poesía,
de ti nada de mí se fía.
Volverás esta vez,
como viniste, vacía.
Ya no eres la sabia,
ya no eres la que sabe.
Ahora yo sé
que nunca volverás a ser sorpresa.
Que nunca volverás
a jugar a tus juegos, deshonesta.
Poesía,
ahora yo decido
cuando estás a mi lado.
Cuándo eres mía,
y cuando desapareces de mi vida.
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