miércoles, 31 de octubre de 2012

Rima XL: Declaración de intenciones.


Llévame lejos, 
dónde nadie me encuentre nunca, 
para que solo tú puedas llegar a dónde estoy.

Y si aun así alguien me encuentra, 
ni señas ni retratos, 
ni nombres en la historia grabados 
harán que caiga en mi empeño de esperarte siempre. 

Para que disfrazados de otros, 
encontremos a nuestro lado 
el lecho perfecto que la Poesía creó para nosotros.

Llévame sin dudar a dónde 
no existe ni el frío ni el calor, 
el invierno o el verano, 
el miedo o el engaño. 

Contigo, de la mano,
a un mundo por ti pensado,
del que tú tengas la llave única
y yo sea el único invitado.

Llévame lejos,
dónde nadie me encuentre nunca,
para que solo tú puedas llegar a dónde estoy.

Y si aun así alguien me encuentra,
venderé mi alma entera, 
mi cuerpo desnudo,
mis dedos de hombre,
mis sueños de poeta,
mi voz muerta,
que nunca despierta.
Ya que ni señas ni retratos, 
ni nombres en la historia grabados,
harán que caiga en mi empeño de esperarte siempre.

viernes, 26 de octubre de 2012

"Os novos tampouco deben namorarse"

Dicían os que sabían que iso de namorarse de quen non se debe non era boa idea. E é certo. Pero non tan sinxelo de cumprir coma de dicir.
A primeira vez que te namoras d'alguén, todo iso que dicen os vellos, que son os que saben, é tan real coma máxico. As bolboretas no estómago, as gañas de comerse o mundo, a felicidade inmensa, os aloumiños tontos, os sorrisos roubados... Daquela, todo iso parece que é bo, pero cos anos, coa experiencia, un sabe que cando non vai ser correspondido, todo isto non son máis que ás que te elevan lonxe, moi perto do Sol, para caeres logo, subitamente, cunha ostia que non che parte os dentes, pero case, case.
Entón chega ese momento, xa maduro nestas cousas do sentimentalismo, do amor, do romanticismo máis becqueriano, no que comezas a sentirte ingrávido, flotando e tal, a "chamada das bolboretas". Pero claro, ti, que xa tes certa mestría en todo isto, primeiro déixaste levar un pouco, porque é marabilloso, flotas e vólveste inmune, pero logo xa ves tralas ás das bolboretas o golpe, o mazazo, as costelas cravadas no mesmo corazón, xa cicatrizado.
E o teu pequeno lugar de pensamento, ese cerebro onde se garda todo o que es, comeza a batallar co "taconeando, corazón, taconeando" de Manuel Rivas, esa bela imaxe a que os médicos chamamos loop-doop. E por incrible que pareza, os miolos gañan, derruban barreiras cheas de recordos, cancións, amores pasados, e felicidades pasaxeiras, e o sistema nervioso permite que o latexo volva outra vez, pouco a pouco, a ser lento. E aínda máis, que non se interrompa o teu pensamento cando a túa cachola ten que andar a outras cousas, e que mesmo nen lembres á persoa da que case te namoras por horas longuísimas de vacinas, patoloxía neonatal e cousas similares, todas dentro da mesma área.
E claro, neste punto no que os teus ideais románticos, as mesmas rimas de Bécquer, sóanche a un tempo enteiras e baleiras, plantéxaste se non prefires caer de novo antes que estar así, nun limbo estrano.
Pero cando pasa aínda más tempo, aínda sorteando as trabas que o destino porcalleiro ponche diante, o pensas, diste: "Non quero, non". "Os novos tampouco debemos namorarnos". E pensas, claro, antes de soltar tales palabras, naquel título que soaba raro en primaria, e logo un pouquiño máis sensato en secundaria, e máis coñecido no bacharelato: "Os vellos non deben namorarse". E os novos, os novos como ben pensas, tampouco.
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Decían los que sabían que eso de enamorarse de quién no se debe no era buena idea. Y es cierto. Pero no tan fácil de cumplir como de decir.
La primera vez que te enamoras de alguien, todo eso que dicen los viejos, que son los que saben, es tan real como mágico. Las mariposas en el estómago, las ganas de comerse el mundo, la felicidad inmensa, las caricias tontas, las sonrisas robadas.... Entonces, todo eso parece que es bueno, pero con los años, con la experiencia, uno sabe que cuando no va a ser correspondido, todo esto no son más que alas que te elevan lejos, muy cerca del Sol, para caer luego, súbitamente, con una ostia que no te parte los dientes, pero casi, casi.
Entonces llega ese momento, ya maduro en estas cosas del sentimentalismo, del amor, del romanticismo más becqueriano, en el que comienzas a sentirte ingrávido, flotando y tal, la "llamada de las mariposas". Pero claro, tú, que ya tienes cierta maestría en todo esto, primero te dejas llevar un poco, porque es maravilloso, flotas y te vuelves inmune, pero luego ya ves tras las alas de las mariposas el golpe, el mazazo, las costillas clavada en el mismo corazón, ya cicatrizado.
Y tu pequeño lugar de pensamiento, ese cerebro donde se guarda todo lo que eres, comienza a batallar con el "taconeando, corazón, taconeando" de Manuel Rivas, esa bella imagen a la que los médicos llamamos loop-doop. Y por increíble que parezca, los sesos ganan, derrumban barreras llenas de recuerdos, canciones, amores pasados y felicidades pasajeras, y el sistema nervioso permite que el latido vuelva otra vez, poco a poco, a ser lento. Y aún más, que no se interrumpa tu pensamiento cuando tu cabecita tiene que estar a otras cosas, y que incluso ni recuerdes a la persona de la que casi te enamoras por horas larguísimas de vacunas, patología neonatal y cosas similares, todas dentro de la misma área.
Y claro, en este punto en el que tus ideales románticas, las mismas rimas de Bécquer, te suenan a la vez enteras y vacías, te planteas si no prefieres caer de nuevo antes que estar así, en un limbo extraño.
Pero cuando pasa aún  más tiempo, todavía sorteando las trabas que el destino asqueroso te pone delante, lo piensas, y te dices: "No quiero, no". "Los jóvenes tampoco debemos enamorarnos". Y piensas, claro, antes de soltar tales palabras, en aquel título que sonaba raro en primaria, y luego un poquito más sensato en secundaria, y más conocido en el bachillerato: "Os vellos non deben namorarse". Y los jóvenes, los jóvenes como bien piensas, tampoco.

Traducción del galego al castellano, por el autor.

jueves, 25 de octubre de 2012

Dignificación.

La dignidad es esa parte intrínseca de la persona, esa que nadie debe tocar, que debe pertenecer solo a un dueño, y es con lo que más egoísmo tenemos que mostrar. Es ese aspecto que marca el hecho de que camines con la cabeza erguida delante de alguien o algo, o que te arrastres como un perro detrás de un amo que se acuerda de ti cuándo le haces falta.
Puede ser la mayor defensa de una persona (lo es, siempre, o en la mayoría de las veces), o la mayor debilidad. Sobre todo si la persona que la traspasa es inteligente y sabe qué hacer con ese poder.
Y a veces, por mucho que uno no quiera, esa barrera se rompe, a veces con una vulnerabilidad tal por parte de la persona que se resguarda en ella, que hace gracia. 
Cuando esto ocurre, a la persona sin dignidad le quedan dos opciones, únicas (aunque se nos ocurran mil, siempre acaban siendo únicas) que es correr, esconderse, huir o arrastrarse hasta cansarse.
Por desgracia, nos resulta mucho más fácil arrastrarnos, y eso hacemos, en un porcentaje elevado (no quiero dar números exactos, porque me equivocaría) de los casos.
Pero llega un momento en el que el subordinado se insubordina. La oración deja de ser de 2ª mano y se eleva única y envuelta en oro, en una simple maestra, sola, pero libre. No hay nada de lo que dependa, ya no es una entidad que subsiste por y para otra, sino que ella misma ahora es una frase, con entidad, con vida, (re)dignificada.
El problema, el gran problema, es que no sabemos si en algún momento alguien decidirá tomar el escrito, cambiarlo, y volver a hacerla subordinada.
Pobre oración, pobre alma escudada y sin dignidad.


On my own.

Suena un suave piano, piano, y la voz toma forma. El tema se aleja de todo lo escuchado. Es algo grande, enorme. Tan grande que no puede medirse con sus tres palabras que lleva por título, sino que se engloba en algo mucho más grande, más músico, más "musical". Muchos idiomas, y una misma sensación: ser un miserable. Porque ese es el título del cajón de pequeños regalos, perfectos para todos, regalos de la música medida. Y letras que hacen que los pies vuelen, de pronto, y que la gravedad se invierta para repelerte de la tierra, y que te eleves, lejos. Y en el momento de más puro éxtasis, de suprema emoción, de sentimientos a flor de piel, de maldiciones y perdones, de amor y dolor, el teatro se sume en una tensa espera, para cerrar las cortinas en medio de aplausos. Y ahí esperas, tú, que sientes que con la canción se te ha ido parte de tu alma, a que tus compañeros cambien el decorado, pues el show debe continuar.

miércoles, 17 de octubre de 2012

El regreso de la Poesía.

Volví a sentir esa sensación extraña, más fuerte que nunca, que te sacude, te anestesia contra el dolor y hace que sonrías estúpidamente día a día. Esa maravillosa sensación que te eleva y te convierte en semidios, y que te hace creer que podrás con todo, contra todos, contra el mundo. Y otra vez los musicales con historias de amor imposible cobran sentidos, y descubres que aunque el amor no se puede comprar, sí se puede alquilar.
Usarlo, hacerlo tuyo por unas horas, y luego devolverlo en su caja protectora, como si estuviese nuevo.
Una vieja amiga llamaba a mi puerta: Poesía. Pero esta vez sonaba al mismo tiempo feliz y triste, segura y tímida, miedosa y atrevida. Sonaba a compañía y a soledad. Y a madurez.


Poesía,
que ahora vuelves,
como si nada.
Por mí han pasado ya,
horas, días, meses,
tardes largas.
Poesía,
ahora vuelves como si nada,
y te apoderas de mi alma.
Como si verdaderamente
esclavo tuyo fuera,
para darte forma,
quererte y amarte
cuándo tú digas,
sin importarte yo nada.

Poesía,
vuelves dura y fría,
suave y caliente, 
y poco a poco te vas colando,
en mi mente.
Poesía,
vuelves con tu balanza
de la que nadie se libra.
Llena de esperanzas,
de fobias y filias.

Pero Poesía,
de ti nada de mí se fía.
Volverás esta vez,
como viniste, vacía.

Ya no eres la sabia,
ya no eres la que sabe.
Ahora yo sé 
que nunca volverás a ser sorpresa.
Que nunca volverás
a jugar a tus juegos, deshonesta.

Poesía,
ahora yo decido
cuando estás a mi lado.
Cuándo eres mía,
y cuando desapareces de mi vida.

lunes, 8 de octubre de 2012

Turning tables.

"So I won't let you close enough to hurt me" o algo así como "Así que no dejaré que te acerques lo suficiente como para herirme".
Esta frase, extraída de la canción "Turning tables", de Adele, es una de las que mejor definirán a lo largo de los siglos, a través de las modas, el aviso de una persona sobre otra, otra persona que tiene más cartas, mejor juego, y que sabe cómo jugar en esto del tema de las relaciones interpersonales.
Pero también se lee, entre líneas, claro, el amor que le profesa la primera persona a la segunda, que teme tanto por él como por su vida, y que así lo defiende, con palabras duras.
Palabras, que como decía otra canción, son solo palabras.
Y yo mientras, sigo dándole vuelta a las cosas, "turning tables", mientras espero a que el mundo se pare, pues sigo queriéndome bajar.

sábado, 6 de octubre de 2012

Jaque al rey

De todas las posibles batallas que nos toque librar en esta inmensa guerra que llamamos "vida", estoy seguro que no habrá muchas más difíciles que esa que te toca librar solo, contra el peor de los enemigos: tú mismo.
Y es que tus armas son tu ataque, tu defensa la protección del enemigo, tus puntos fuertes sus más mayores logros, tus puntos débiles son tus más bajos fondos.
Entonces, la lucha empieza, y tú sabes que tienes que sobrevivir, porque sobrevivirás, ya que quedan todavía muchas luchas, pues es una guerra larga, de eso te han avisado al nacer. El problema reside no tanto en la búsqueda de la supervivencia, sino en el precio que tenemos que pagar, en aquello que tenemos que perder, para seguir en pie. Y puede ser simple, o más complicado, puede ser algo que cueste desprenderte de él más o menos, pero cuando la batalla es contra uno mismo, perdemos hasta el alma.
Perdemos los sentidos, y la voz. El pulso y la mirada. La fuerza, el poder, sentir los pies en la tierra. Emociones y devociones. Lo perdemos todo.
Y aunque sobrevives, toca reconstruir luego todo lo que fuiste, esta vez con unos metros (o kilómetros) más, con algo más de hormigón en la base, con juntas bien rellenas de cemento, con ladrillos y piedras, y a poder ser, recubierto todo esta vez con oro, plata, platino, o incluso, diamante, pues no hay otra cosa que lo ralle que no sea el mismo diamante.
Y te reconstruyes, pero poco a poco, van quedando huecos vacíos, que llenamos con fibras inútiles, restos, despojos.
Pero pese a todo, pese a todas las batallas que ya he ganado, y todas las que me quedan por ganar, en cada uno de esos huecos habrá una canción que me permita hacerme más fuerte, entre esos despojos.
Y si lo piensas, hasta es algo grande. Por cada alma que reconstruyes, miles de almas encerradas en acordes, en voces y compases, llenan los pequeños huecos, los ínfimos resquicios, y así Experiencia crece, y amor a uno mismo también. Y podrás caer más veces, pero seguro que no por los mismos motivos.
Y hoy me toca dar jaque al rey, y ganar la batalla cuya victoria será la más amarga de mi guerra.