miércoles, 23 de octubre de 2013

Rima XLVIII. Entre ochenta y cien milisegundos.


El beso robado
del sueño colgado,
roza mi piel, mis labios
ochenta milisegundos antes
de lo que jamás hubiera pensado.
¿Cómo darnos el alma en un beso ochenta milisegundos
antes de habernos siquiera besado?

Los brazos desnudos,
se esconden de las huellas, del tacto,
bajo un jersey blanco
ochenta milisegundos antes
de que se junten tu mano y mi mano.
¿Cómo sentirte cerca ochenta milisegundos
antes de habernos siquiera tocado?

Tu cuerpo, que diría Salinas,
"sin pieles, sin señas, sin retratos",
envuelto en vapor, calor,
puro como el agua,
me enseña, sin pudor,
todo lo que me quieres, amor.
Y espera, paciente, ausente de fervor,
los ochenta milisegundos que nos separan
de juntar los muslos, las caderas,
cubrirnos con los brazos las espaldas enteras;
que transforman las sombras en color
y nos invitan a hacer el amor.
¿Cómo sentir que nos pertenecemos ochenta milisegundos
antes de regalarnos nuestros cuerpos?

Locura instantánea,
eterno mundo siempre estancado,
entre los ochenta y cien
milisegundos marcados.

¡Que pase pues el tiempo!
¡Que se extrapolen las percepciones!
Quiero mirarte sin que me roben
los ochenta milisegundos que entre nosotros se anteponen.
¡Que corran los tiempos veloces!
Que quiero volverte de nuevo a sentir,
tal y como te sentí cuando
en el sueño colgado del beso robado
me besaste ochenta milisegundos antes de haber despertado.


domingo, 6 de octubre de 2013

Rima XLVII

Dulce, suave, perfecta,
la cadencia de tu cadera,
vestida de seda,
casi esfera, 
pulida, brillante,
como la cera.

Poesía blanca,
feliz invento
de versos libres
con finales inciertos,
el alma del hombre poeta
por ti espera.

Deja que caiga
lento, despacio,
por la cadencia de tu cadera.
Suave, dulce, perfecta,
De seda vestida,
casi esfera.