martes, 6 de abril de 2010

Peces de ciudad.


Paseo. Casa. Trabajo. ¿Te olvidaste del pan? Mensaje. Llamada perdida. Un pájaro. ¡Cómo está hoy la carretera! Coge la bufanda. Fuera hace frío. ¿Cómo te sientes? Como un pez de ciudad.

Se llamaba Eleane Delon la viajera que quiso enseñarme a besar en la Gare d'Austerlitz, primavera de un amor amarillo y fugaz como el sol del veranillo de San Martín. Hay quién dice que fui yo el primero en olvidar cuando en un si bemol de Jacques Brel me perdí "dans le port d'Amsterdam".

Desafiando el oleaje sin timón ni timonel, por mis sueños va, ligero de equipaje, como un cascarón de nuez, mi corazón de viaje, luciendo los tatuajes de un pasado bucanero, de un velero al abordaje, de un no te quiero querer.


-¿Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar?
-¿Al país donde los sabios se retiran del agravio de buscar labios que sacan de quicio?


Mentiras que ganan juicios tan sumarios que envilecen el cristal de los acuarios de los peces de ciudad, que perdieron las agallas en un banco de morralla, que nadan por no llorar.