domingo, 18 de octubre de 2015

Lo confieso, soy culpable.

Lo confieso, soy culpable. He vuelto a caer. Pero, ¿para qué negarlo? Nunca después de un parón tan grande, nunca con tantas ganas, nunca tras haber pensado erróneamente durante tanto tiempo que te había olvidado.

Lo confieso, soy culpable, por despertarme de madrugada, mis horas débiles, y dejarme llevar por cualquier gilipollez que se publica en cualquier red social.

Lo confieso, soy culpable, por haber vuelto a sentir dolor y alegría, tristeza, ganas de retroceder, de volver atrás, de cargarme al mundo con tal de crear una brecha espacio temporal que me devolviese al año 2012, para enmendar tantos y tantos errores.

Lo confieso, soy culpable, por escuchar más de la cuenta estas últimas semanas "Silhouette" de Owl City, esa canción que para mí siempre serás tú.

Lo confieso, soy culpable, por pensar que alguna vez pudieras quererme como yo te quería a ti. Con los años, aprendí que hay imposibles tan reales y tan cercanos, que aunque asuste pensar en ellos, van con nosotros día a día, haciéndonos la vida más real, más mundana, más terrenal.

Lo confieso, soy culpable. Culpable por volverme loco, por apartar la lógica, la ciencia, la razón, del binomio que forman en mí la poesía y la medicina, equilibrándome en cierta forma.

Lo confieso, soy culpable. Culpable por haber considerado que existen los cuentos con final feliz, que los sueños se pueden cumplir, que hay en el guión de nuestra vida algún capítulo de "Glee" esperando a ser ejecutado como protagonista.

Lo confieso, me declaro total y absolutamente culpable de haberte amado como no amé ni amaré nunca a nadie.

Has sido, eres y serás, siempre, mi insuficiencia cardíaca crónica particular, mi punto débil, mi peor fracaso, el único capaz de hacerme vibrar sin tocarme.