miércoles, 24 de diciembre de 2014

Taking chances

Hay momentos en los que las palabras no pueden expresar mejor que una canción aquello que uno quiere decir.

Taking Chances - Lea Michele cover

sábado, 22 de noviembre de 2014

Éponine.

Y en el cansancio,
mi tango, 
de pisada exigua,
de corte fino,
de espalda recta
de hombro ancho,
se escapa, 
versando,
entre pasado, presente y futuro,
dejando
mis manos,
mis besos,
sin luz, 
sin blanco;
latiendo,
sudando.

Y en las calles, 
mojadas,
sucias, 
trazadas por la historia,
olvidados sus enigmas,
resbalan,
bajo mis pies,
los recuerdos
de un guión
exhausto
de latir por él
y por mí,
sin llegar nunca 
a alcanzar la trama correcta,
de un espectáculo,
su mejor fin.

Y desde el pecho,
fugaz,
se escapa la verdad,
que dibuja entre dos almas
sinceridad.
Nada que decir,
y nada más que hablar.
Que tu corazón siga latiendo,
intranquilo,
que el mío por ti
ya ha muerto en paz.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Sonrisas.

En una sonrisa puede dibujarse cualquier cosa. Aquello que el pintor, con su destreza, quiera dibujar.
En una sonrisa puede escaparse un siglo de nervios acumulados, un decenio de incertidumbres, un lustro de pesares. 
En una sonrisa puede verse el inicio de algo nuevo, el hormigueo que sentimos por dentro, o unos dedos recorriendo un cuerpo.
En una sonrisa puede encontrarse desafío, decisión, firmeza, seguridad; y también soberbia, astucia, plenitud.
En una sonrisa hay tonos amarillos, rojos, fucsias, azules y verdes; pero también, blancos, negros, grises, marrones, ocres. 
En una sonrisa se puede escuchar una canción, o ver la película de toda una vida.

Con una sonrisa, puedes decirlo todo, y decir nada. Con una sonrisa puedes ayudar a comprender, o construir barreras que escondan lo que eres, lo que temes.

Usa la sonrisa como quieras, que vale más que mil palabras.

sábado, 23 de agosto de 2014

Rima LII. En un momento.

Textos, párrafos, puntos. 
Y siguiendo, frases, palabras, verbos, núcleos, 
sílabas, grafemas y morfemas, 
los de tus labios en mis piernas.

Oscuros ósculos a contraluz, 
hormigueo en los dedos, temblores, 
espasmos, la vida que corre, 
y tú.

Fuente inagotable de maravillas y horrores, 
equilibrada siempre 
para que nunca niegue tu invitación 
vestida de seducción.

Y el vello me traiciona, erizándose, 
evidenciando lo tenso del momento. 
Y tus ojos, intensos, 
tanto que me cuesta sostenerlos, me llevan lejos.

Y yo, sin mapa, sin voz, sin argumento, 
sin líneas que seguir, sin grafito, sin boceto,
me descuelgo de la vida, y con ellos,
me pierdo.

viernes, 1 de agosto de 2014

Rima LI. Navegar

Navego
entre blancas páginas,
entre contados sonetos,
entre la coma y el verso,
y aún así,
me pierdo.

Navego
entre mares verdes,
entre finales y "en ciernes",
entre vaivenes medidos,
entre ahogos y suspiros,
y aún así,
me pierdes.

Navego
entre mi amor y tu odio,
entre la sonata y el soliloquio,
entre el pretérito y el devenir,
entre tu cuerpo y mi pervertir,
entre la prosa y el cielo,
entre mis dudas y tus miedos,
y sin quererlo, nos perdemos.

Navego
sin mapa, sin remo,
navego y me pierdo,
navego y te pierdo,
navego viendo pero sin mirar el cielo.
Navego,
y mi cuaderno de bitácora
sigue sin estar completo.
Navego, y muero.

miércoles, 25 de junio de 2014

Rima L. Los colores de las estaciones.


Y recordó al verla
la primavera vestida de rojo, verde,
 oro y rosa;
los trinos de los pájaros,
las alas de mariposa.

Rememoró el mes de mayo
en el que con dedos jóvenes, sedientos, alocados
exploró de su cuerpo
valles, ríos, montañas, bosques, prados.

Fue de abril un diez
cuando recorrió con rapidez
la locura de su boca, 
y palpó con pasión
de sus senos, la redondez,
la insensatez.

Viajó desde sus pies en marzo,
hasta su cabeza, en lo alto,
y del dorado sol de junio
tejió su pelo,
cascada grácil,
ávida de mar,
de un mar añil, de fondo negro,
rango cromático eterno y puro,
como puro y eterno es el blanco de las nubes
sobre el azul del cielo.

Y así, recordó al verla,
que de amor no muere la física,
pero el alma...
¡Ay, el alma!
El alma murió marrón, naranja, cobriza,
murió como la hoja que barre el otoño,
cayendo del árbol,
despacio, 
lento,
sin prisa,
para posarse luego, 
en el suelo,
seca,
mustia,
marchita.

jueves, 29 de mayo de 2014

Rima XLIX. Tres efímeros sextetos.

Como un susurro 
pasajero
llegaste moviendo mi mundo,
amando de un modo rápido,
fugaz, 
ligero.

Como aire de mayo, te inspiré.
Bebí de ti, 
te di de mí,
mi sed 
para que de ella
tú te pudieras embeber. 

Y más rápido que veloz,
en el preciso momento
del parpadeo, 
te fuiste.
Y yo,
yo me quedé sin voz.

domingo, 18 de mayo de 2014

Primer amor

No fuiste mi primer amor; eres el único al que amaré toda la vida. En consonancia extrema con el cielo de tu boca, mi lengua, cálida y húmeda, dejará en este mundo la firma efímera que nunca será física: por y para siempre.

No fuiste mi primer amor, serás parte de todas y cada una de las personas a las que ame.

martes, 29 de abril de 2014

Aura

Las palabras sonaban fuerte, pero en mi sordera encendida contra el mundo, las oía huecas y bulliciosas. El momento, se presentaba, como siempre, algún día importante, antes de algo importante. En medio de alegrías y tristezas. La palabra no era larga. Salía casi levantando la lengua, sensual y atrevida, entra los dientes, para dejarla reposar sobre el labio carnoso: Do. Ese fue el puente. Y sobre ella fue viniendo esa escalera mágica, ese melodía suave, ese cántico sedoso, esa armonía electrizante. Llegó su voz, su dulce voz, capaz de convertir al creyente en ateo, al manco en diestro y al cojo en gacela. Llegó su suave tintineo, su rumor de caracola, sus caracolas negras, sus ébanos negros que nacían por cabellos, su tez pálida  bonita, cuidada y perfilada al más mínimo detalle, y sus ojos grandes, expresivos. Bellos, como toda ella. La mujer, que así quiero clasificar, movía el mundo con su gracia, y hacía que el Re y el Mi fuesen preciosos regalos de la música medida. Sonaba con el viento, lejos y cerca, el Fa tintineante, como copa bohemia que choca contra una igual. Y el Sol, que iluminaba su sonrisa, protegida por unos labios que tenían de feos lo mismo que de negro tiene el mar de la mañana. Era un regalo, y sólo unos pocos sabíamos valorar todo cuanto nos ofrecía. Parecía casi imposible que fuese humana. Desde luego, la duda siempre salpicará mi memoria, y el no habérselo preguntado por miedo ha sido motivo de muchas de mis frustraciones como escritor. En otoño, doraba las hojas caídas, hacía brillar la nieve en invierno y los colores de la primavera, y en verano, si me mandan jurar que escucharla fue en vano, diría que no hay santo más inhumano que el dueño de ése vozarrón. Suave, despacio, sin hacer daño. Piano, pianissimo. Legato. Descolocaba los sentidos y su voz reverberaba suave y limpia, recta, ascendente, hacia el cielo, del que había salido para acomodarse en su garganta. Éramos muchos los que intentábamos, sin éxito  descifrar parte de su enigma. Mi voz siempre quiso perderse con la suya en un dueto sin vida que hiciera quemar la llama. Sus gestos, sus aprecios y sus abrazos hacían que hasta el Sansón mas velludo se estremeciera por medio de su Aquiles. ¡Era una diosa, de éso no había duda! Sonaba como todos los instrumentos a la vez, en una melodía sin fin que invitaba a recorrer un cosquilleo el espinazo y tensarnos involuntariamente ante tal maravilla. Era la anacrusa del momento de soñar, la perfecta medida del compás, el dos por cuatro mejor cantado, el seis por ocho mejor pensado. Era lo perfecto y lo humano. Lo grande y lo pequeño. El susto y el agrado. La aventura y el desengaño.

Era, sin más, una mujer que lo tenía todo, y su arma dulce no era más que su voz. Los jilgueros se quedaban mudos si la escuchaban, y las golondrinas, en su vuelo migratorio, a escucharla se paraban. No había nota que desentonase en su canción, ni salmo que comparase su maestría. Era la voz de las voces, la pura esencia de la música. Tan pronto una de sus canciones aparecía como abismo insondable como se terminaba en una ovación de asombro.

La llamaban Aura. A veces dudo que ese fuera su nombre. Tenía gracia. Desparpajo. Eso que solo tienen unos cuantos. Lloraba cuellos de cisne e hilaba su silbido cantor. Reía con enganche, y enganchado quedó más de uno en sus rizos de seda. Llevó la música a lo más alto y deleitó al público con noches de bar de esquina y acordeón cutre. Se bebió las copas de los bares de París y alumbró Eiffel más que la luna llena. Deslumbró a muchos, y nos eclipsó a todos.

Por donde pasara, fuese donde fuese, no podía dejar de llamar la atención.

Algunos dirán que exagero, pero cuándo me siento lejos de ella, cuando creo que no volveré a escuchar su voz, un rumor, ese, el de caracola mencionado, me transporta a los recuerdos que nunca creí vivir.

Aura, era casi perfecta. Y es que para eso sólo le faltaba ser algo más imperfecta. Era, a fin de cuentas, lo que de una mujer se espera: belleza, ternura, firmeza, deber, poder, querer, amor, sensibilidad, voz, cariño, comprensión, y amistad.

Aura. Voz en grito. Canto de sirena. Hielo desecho. Fuego eterno. Lluvia que cala. Fragancia que embriaga.

La, Si, Do.

A mi querida Aura, musa en los mejores tiempos, y amiga siempre.
Te quiero.

domingo, 26 de enero de 2014

Humano, elemental, necesario.

Espolear mi alma, hacerla correr con brío, rápida, veloz, esquiva, casi levitando, dejando una finísima huella en la separación casi imperceptible entre el suelo y el cielo.

Eso que hacía antes un mensaje de tus ojos verdes, ahora tengo que decirlo de vez en cuando yo, si no quiero enloquecer.

Finísimo momento ese en el que pasas de vivir en un mundo a otro en el que pagas por dar confianza en exceso.Es una ruptura con todo lo que creías antes. En ese momento, te dices que siempre hay mundos ocultos a tu ignorancia, acechando, dispuestos a hacerse descubrir así, de un golpe, de una hostia bien dada. De la que hace estremecer los cimientos sobre los que se construye tu persona, y ya no queda nada por debajo que no sea aire, vacío. Quizá sea más difícil empujar el alma cuando no hay punto de apoyo en el que hacer fuerza. Quizá.

Y así me encuentro. Nadando, sin rumbo fijo. Por motivos que difieren de los que me hicieron nadar la última vez, pero que me han enseñado una lección mucho más rápida, menos dolorosa a la larga.

Y ahora, hablemos. Hablemos. Que jugar con los verbos a ratos nunca se nos hizo tan humano, tan elemental, tan necesario.

lunes, 20 de enero de 2014

Sin darme cuenta.

El tiempo, ¡ah!, ¡qué hermosa jaula dictándonos siempre el tac que irá después del primigenio tic! Un tic mágico, ciertamente. Inicio incesante, comienzo del todo, y a su vez, marca el final de todo lo que inició. Una continua renovación, un mundo entre suspiro y quejido, invenciones, excusas, leyes físicas que empiezan y terminan en un segundo.

Pues bien, el tiempo pasa, y nosotros, los humanos, además de contarlo, cicatrizamos. Cerramos casi cualquier cosa que nos ha hecho daño, nos recomponemos y seguimos adelante. Y hay días en los que parece que faltan motivos por los que sonreír, pero que aún así, sonríes, y no es la sonrisa idiota del amor, ni la sonrisa maliciosa del que sabe que va a por algo y lo consigue. Es una sonrisa de felicidad, una felicidad que ha nacido dentro de ti sin saber como, que no se debe a ningún motivo causal, nada de acción-reacción. Una felicidad que puede parecer insultante, pero que sinceramente, me importa una mierda.

Como digo, paso página sin darme cuenta. Pero de este libro, además de enseñanzas, de fortaleza, de palabras, de muchas historias y otros tantos poemas, me llevo conmigo el deseo perfeccionado en esos dos ojos verdes que para mí han sido tan dulces como amargos.