sábado, 12 de febrero de 2011

Porque a veces quiero soñar...

Hoy os contaré la historia del hombre que quiso volver a ser niño.
Casi se adormecía al lado de un tomo grueso, cuyo lomo tenía grabado una salamandra en blanco y un fondo violeta grisáceo.
Pasaba las páginas con cariño, casi con afecto, por todas aquellas subordinaciones y coordinaciones que le sorprendían, le hacían pensar, recordar la mayor parte de las veces, pero sobre todo, disfrutar.
Y mientras adormecía, quería soñar con que todo lo que había vivido siendo un niño de once años lo puediera repetir ahora, mucho mayor.
Decía, a veces, que eso no podía ser.
Pero siempre que tenía un rato, seleccionaba una de aquellas siete llaves que le hacían volver al pasado.
Quería ser parte de la historia otra vez.
Quería soñar que pisaba aquellas finas escaleras de mármol que presidían el cavernoso e iluminado vestíbulo, pasear con una bufanda por los pasillos del sótano, llevar bajo sus brazos muchos de aquellos mágicos libros, aprender a transformar una rata en una taza, como utilizar el bezoar para preparar pociones o antídotos; quería ver aquel majestuoso salón donde cientos de personas se alimentaban, decorado con maravillosas guirnaldas en Navidad, o con cientos de calabazas gigantes en Halloween; quería ver el cielo estrellado desde el calor de las chimeneas, compartir un cuarto con camas con dosel, y de vez en cuando, para romper la rutina, jugarse el tipo llevando una cría de dragón a cuestas, buscando el Elixir de la Vida, o enfrentándose al mago más tenebroso de todos los tiempos para salvar su propia vida.
Quería ser elegido por el Sombrero Parlante, dar muestras de su valía montado en una escoba, echar de menos a unos padres que no recordaba, caminar por el pequeño pueblo cercano bebiendo cerveza de mantequilla, o charlar con los amigos jugando al ajedrez.
Quería saber que se sentía al ser elegido campeón para representar a su colegio, o tener la alegría de ayudar a conseguir un trofeo al final del año.
Tenía ganas de percibir la magia que flotaba por doquier, de ganarse a una amiga pra siempre salvándola de un trol, o de bailar con una chica bellísima en el Baile de Navidad.
Pero esto nunca pasaba.
Por más que intentara querer soñarlo nuca lo soñaba.
Nunca.
A veces decía que así era mejor.
No le apetecía volver a las andadas.
Pero a veces sentía que su Peter Pan había vuelto para hacerle vivir las aventuras que un día soñó vivir, y que nunca pudo cumplir.
Mas una cosa, que lo alegraba, en el fondo, pudo hacer.
Que fue, gracias a una escritora de soberbio talento, sentir.
Y así despertó de vez, deseando poner por escrito estas palabras en un moderno "papel", por supuesto, con la estantería con los restantes seis ejemplares a su izquierda, y su aventura actual cerrada, por el momento a su derecha.
Por una vez, sintiendo que el Cáliz, lo elegía sólo a él.

(7 de diciembre de 2008)

2 años después me reconozco ampliamente en este texto, que demuestra que ya entonces me gustaba esto de enredar palabras para crear algo más.
He aprendido, que en los sueños se alza el pilar más grande de nuestro futuro, y sobre ese pilar, tejemos nuestra vida, intentando alcanzar metas.
Sin embargo, no es una persecución. No es necesario alcanzarlas rápido, ni en un tiempo récord.
Todo eso está sobrevalorado, en un mundo en el que si no respiramos rápido es porque no hay más aire que aquel que nos deja la contaminación universal.
Después de 750 días, he sufrido, y llorado. He disfrutado, he reído y he vivido. He conocido a gente inolvidable y me he olvidado de gente que fue.
Pese a todo, nunca he dejado de soñar. Y mis pies siguen cuasi limpios, pues pocas veces, las necesarias, tocan el suelo de este inhóspito mundo al que conocemos como Planeta Tierra.