sábado, 12 de marzo de 2011

Rima XXIV

Eran dos los suaves cisnes,
dos las rosas del amor.
Dos los espíritus que cantan,
dos los besos, sólo dos.

Éramos dos también nosotros,
dos almas y un corazón.
Vino el odio a romper todo,
un alma, media vida,
cuatro llorosas pupilas
y un adiós.

Eran dos nuestras dos manos,
paseando juntos el amor.
Dos inciertos futuros,
dos nuestros cuerpos maduros,
que por jurar,
juraron solo pasión.

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