sábado, 9 de enero de 2010

Año Nuevo


2009

Pisaba con pies cansados, agotados, exhaustos, cada uno de los adoquines, cada una de las baldosas, y de las piezas de mármol que lo separaban del Año Viejo. Más, si cabe, que aquellas doce uvas apuradas, cuál Conejo Blanco en el mundo de las maravillas, que los pasos de baile entre neones dispuestos a cegar a cualquiera, ansiosos del disfrute, perdidos en la gloria del relax, de la diversión, del descontrol en pequeñas dosis.
Mientras pisaba, pensaba. Pensaba qué raro se hacía todo aquéllo, un año más, una fiesta menos. Por alguna extraña razón, se había olvidado del confeti. Lo más extraño, era que el confeti también se hubiera olvidado de él, y no le hiciera una de aquellas llamadas tan carentes de gracia, con sus colores vivos, que dañaban la vista cuando no conseguían provocar una carcajada más.
Seguía dándole vueltas a todo aquéllo. ¿Acaso uno de esos decretos estúpidos había prohibido el confeti? Sin duda, la estupidez vendría por la parte en la que al menos el confeti, era capaz de provocar una carcajada en aquella sociedad ensimismada y absolutamente centrada en autodestruírse.
No. La respuesta era mucho más obvia. Lo plantearía desde otro punto de vista, dándole un nuevo ángulo.
Confeti. Círculos de celulosa, teñidos de colores, y también de claroscuros. Teñidos, a veces, de aburrimiento, de horas de sofá, de ojos rojos, de humo que lo envuelve todo, de vino, de sangre, de sábados, de lunes inacabables, de cafés fríos y sin ganas, de tardes rotas, de sueños contados, de la más absoluta de las certezas, de abismos y puentes caídos, de ciudades apagadas, de prisas y frenos, de odios y muertes.
El confeti siempre había estado ahí. Siempre.
Confeti.
Pequeñas elucubraciones de algún chalado.
Confeti.
La bienvenida del año nuevo. Un Año Nuevo que le hacía pensar en las fiestas.
Qué había sido de los muertos, que será de los vivos.
Qué rumbos tomarán los barcos que están por construír, y que rumbo tomaron aquellos que naufragaron.
Aquel año prometía ser distinto, algo no muy difícil de cumplir.
Aquel año prometía ser lo que nunca hubiese querido ser.
Aquel año su vida cambiaría para siempre.
Su camino tomaría un desvio tras un alto dulce y soleado.
Aquel año...
Aquel año sería uno de los que recordaría el resto de su vida.
Las lágrimas que rodarían por su cara meses mas tarde dejarían lejos la vida de adolescente despreocupado.
Y el sol del verano sería el principio de su Año.
Todo iría bien. Y nadie se lo cree.

Mientras dejaba constancia de que había regresado sano y salvo, se quitó el traje, la corbata y la camisa, y sin más miramientos se metió en cama.
Sus pies al fin descansaban.
Y el confeti resultaba verdaderamente absurdo ante la negrura de su sueño apartado del mundo.

No hay comentarios: