-¿Qué dices? ¿Estás loco?
-Intenta no respirar.
-¿Qué sentido tiene? En serio, ¿qué te pasa?
-Intenta no respirar.
-Yo pondré el aire. El tuyo y el mío. Pero respira. Intenta respirar. Yo no dejaré de respirar.
-No te pido que lo hagas. Intenta no respirar.
-¿Qué?
-Al respirar, yo pondré tu aire y mi aire. Nuestro aire. Propongo ser quién ponga El Aire. Intenta no respirar.
-Sabes que te quiero, pero no sé si esto...
-Tranquila. Si no respiro, es por no ahogarme.
-¡¿Pero qué dices?!
-Intenta no respirar. Hazme caso.
-Esto no tiene ningún sentido.
-Al respirar el mundo se pondrá de nuestra parte, pero intenta no respirar.
-Ay...
-¡YA!
Y ambos se fundieron en un beso. Y al final...
-Quizá será mejor marcharse. Intenta no respirar.
Y allí quedó ella, confusa. Menos, sin duda, de lo confuso que quedaba él.
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