-Fíjate. Mira como cae la lluvia, cariño.
-¿Por qué llueve, papi?
-¿Por qué llueve? Porque no sería justo que el cielo se quedase con todo el agua, ¿no?
-Aaah... Pues entonces los pájaritos que vimos hoy por la mañana se mojarán... ¡Papá, tenemos que cogerlos y traerlos para aquí, para que estén calentitos!
-Tranquila, su mamá los protegerá con sus alas y dormirán a gustito en su nido. Además la nube se está alejando, seguro que pronto deja de llover.
-Ah, claro. Pero papi, ¿por qué la nube siempre llora?¿ Por qué nunca hay nubes contentas?
-Por que nunca les enseñaron a reír. Tienen muy mala suerte.
-Mañana, cuando vayamos al parque, yo les enseñaré a reír, ¿vale?
-Vale. Me parece muy bien. Yo te ayudo.
-¿De verdad? ¿Podemos hacer que las nubes se rían?
-Claro. Buscaremos un charco, y esperaremos hasta ver nuestras caras con las nubes reflejadas. Y entonces, nos reiremos los dos, para que las nubes, desde el cielo, sepan cómo se ríe, y sólo lloren cuando las plantas les pidan el agua.
-¿Así aprenderán a reirse?¿Seguro?
-Verás como sí. Buenas noches, cariño.
-Eh... papá, espera, ¿cómo sabremos si mamá está en esa nube?
-Por que nos está escuchando. Siempre nos escucha. Y mañana, justo cuando estemos nosotros en el parque, ella vendrá a vernos, para recordar como se sonríe. Y ahora, a dormir ya. Es tarde.
-Vale papá. Hasta mañana.
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