sábado, 31 de octubre de 2009

Galimatías, sin sentidos. Sábado noche y domingo por la mañana. Y lunes...

Galimatías.
No, no son Gal y Matías. Es una mierda. Un problema, un entuerto, una situación de difícil solución.
Cuando piensas en él te vuelves parte de la mierda del problema.
Paseas por la calle repleta de adoquines acomodados en tu cerebro. Y de repente un bache entre la niebla te hace perder el equilibrio.
Porque también son esos baches. Esos jodidos baches que se cruzan en tu camino la noche menos esperada, al margen de alcoholes y pajitas, de subidones y patazos. Mierda. Al margen de una noche de sábado, en resumidas cuentas.
Abrígate, coño. ¿Cómo sales así a la calle a estas horas? Esta juventud de hoy en día...
Vuelves la cabeza para ver solo el abrigo y la boina formando un curioso traje conjunto unido por la también oscura bufanda de un viejo que debe triplicar tu edad.
Otro más que se pasea con los Galimatías.
Bum. Y de repente, caes en uno de ellos.
Sin querer. Sin proponértelo.
Encima el puñetero bache hace que le duele el choque, y te responde gilipolleces que prefieres no contestar, no vaya a ser que el guardia que pasa por la acera haciendo no se qué te lleve a comisaría por destrozar la vía urbana si te quedas allí demasiado tiempo...
Te levantas. Y dices que no volverás a pisar esa calle.
Al día siguiente, es lo primero que haces cuando sales de casa.
Sin animo de ofenderme... ¡Hay que ser gilipollas!

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