domingo, 5 de mayo de 2013

El abrazo de los aplausos.

Así comenzaba la carta que decidió dejar a medias, sin saber bien por qué. Sin saber que años después, seguiría sin encontrar una razón.

"Puede que los conceptos más químicos se nos hayan escapado, y estemos confundiéndolos, por verlos desde una perspectiva bien distinta, pero está claro que si no tenemos o no queremos tener claros los pilares, nada de esto podrá avanzar hacia algo grande, tangible, estable. 
Esto me recuerda un poco a aquella canción de Billy Joel, "New York State of Mind", con continuas imágenes contrarias, de lo alto y lo bajo de los grandes Estados Unidos de América, verás por qué. Me hablas de que te he idealizado, de que te he magnificado, y sabes perfectamente que eso es el amor, además de que lo dices después de haber estado escuchando unos meses por mi parte lo especial que eras para mí... No entiendo del todo qué buscas, si eliminar carga de conciencia, que puede ser, o intentar dejarme claro que en ese proceso tú no has tenido nada que ver, algo que, sinceramente, yo no tengo tan claro. 

Hablemos sin tapujos. Te ha encantado sentirte querido, y lo sabes, pero cuándo has visto que era demasiado insensato que yo sintiese amor cuando para ti todo fue un juego, decidiste que era más fácil pensar que yo me había enamorado a propósito, y que qué le ibas a hacer tú. En parte, claro, porque no puedes controlar, efectivamente, lo que le sucede a la otra persona,. Y por eso ahora quieres desprenderte de todo lo que resulta incómodo o políticamente incorrecto, para quedarte con aquello que te beneficia o simplemente, esperas de mí, dejando que pase el tiempo entre mis dedos y tus ojos, que se cierre la herida, que mi corazón vuelva a ser un fortín sin grietas. 
Pero te has dado cuenta de que conocerte y quererte no fue un capricho, sino algo verdadero, y lamentas que me haya pasado a mí (compañera perfecta hasta que todo se empezó a tejer con hilo rojo y negro) eso de amarte; tú, que tanto necesitas tener a alguien al lado para no sentirte solo, y yo, siempre tan predispuesta a ayudarte, escucharte y esperar a que dictases la siguiente norma. Y te asusta pensar que tú has tenido algo que ver, porque en el fondo, todos somos niños, y nos asustamos de lo lejos que pueden llegar nuestras acciones, palabras, actuaciones, en determinados momentos de nuestra vida. 
Pero tranquilo, Mark, no tengas miedo. Yo conozco (y reconozco) mi responsabilidad, mis ganas de quererte ante todo y todos, porque todas ellas me las tuve que tragar de vuelta, y aunque reconozco también tu responsabilidad, jamás te pediré respuestas, porque siempre he tenido claro que yo sí quería enamorarme de ti, hicieras lo que hicieses. Así que tranquilo, que por mi parte, las cosas han sido como han sido, y aquí seguimos, viéndonos sin mirar, hablando sin decir, pero vivos. 
Fuiste lo dorado de New York, lo prometido en las canciones, el papel protagonista de los musicales, pero ahora sobrevivo en Chinatown, leyendo "The Daily News", y guardándote un poquito de corazón para cuándo lo quieras, hasta que me muera, porque es así como ama una gran mujer, Mark. Porque estoy en mi "New York State of Mind", huyendo del mundo como puedo, intentando escapar de tus ojos y de tu vida, pero..."

Después de aquello, Anne plegó el folio, y lo guardó en un sobre, dejando la solapa abierta, preguntándose si algún día tendría el valor suficiente para completarla. Algo que, obviamente, no hizo. 

Se miró al espejo, se secó la media lágrima que asomaba por la cuenca del ojo, y salió del camerino dispuesta a dejarse abrazar por los aplausos de unos cuántos en el piano bar de mala muerte en el que cada noche terminaba con su "New York State of Mind".



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