miércoles, 9 de marzo de 2016

Rima LIII: ICC

Comenzaste,
cómo todo lo bonito, 
poco a poco.
Te ganaste
mi latir, mi sonreír,
y fue tan tierna tu caricia,
tan suave, tan mullida, 
tan dulce y comedida,
que supiste con poco,
dónde estaba mi nodo,
cómo volverme loco.

 Y comencé a disparar
taquicardias de emociones,
cargadas de poemas y canciones,
de prisas, de ilusiones.

Comencé a desajustar aurículas y ventrículos,
válvulas y torrentes.
Y el cerebro se puso a perseguir al corazón, 
líder de una banda de locos delincuentes.

Comencé a jugar a lo prohibido,
y la cuarta, quinta o décima vez
que empujaste mi latido,
ya no sabía si lo extraño era norma,
si era parco, comedido o excesivo,
si debía volver a aprender lo sabido,
si tan siquiera todo aquello tenía sentido.

Fue tal la fuerza que emplearon mis ventrículos,
que poco a poco, sin darme cuenta,
sutil, como una manzana envenenada de piel roja cubierta,
apareció la isquemia.
Mi corazón, desgobernado,
pedía más, y más, y más,
y tú, corazón, no es que dieses menos,
es que te daba igual.

Con la isquemia, hipertensión,
Y sin doler, dolías, corazón.
Comencé a sentir que te quería.

Y sin darme cuenta,
quererte me salía caro.
Lo que comenzó siendo un regalo
se convirtió en un problema de alto gasto cardíaco.

Y aún entonces seguía yo sin saber
que por más que quisiera,
nunca sería capaz de olvidar,
porque fuiste mi primera y única
insuficiencia cardíaca crónica particular.