jueves, 29 de agosto de 2013

Rima XLVI. Cruce de almas.

Magnífico hastío
el que me llevó a cruzar,
sin mirar, sin pensar,
el baldosín último,
interminable,
finito,
al inicio de aquel amarillo estío.

Se detuvo el tiempo,
se pararon los engranajes.
La física se hizo poesía,
libre, sin medida,
salvaje, etérea.

Los pasos no pasaban,
no se movían las imágenes.
Todo se paró.

De repente,
angulados,
enfrentados,
deseándonos sin saberlo,
tú y yo.
Y el resto.
Nada había entre nosotros
que no fuéramos "nosotros".

Sin querer,
empujados,
pensado el momento,
nuestras pupilas se encontraron.

Rayo azul 
en mi oscura hondonada.
Vuelco a la vez,
tu sonrisa y mi pecho.
Mirada de hielo desecho,
piel blanca, nacarada.

En dos milésimas de segundo,
cruzamos dedos sin tocarnos.
Nos besamos sin rozarnos.

Fueron furiosos segundos,
largas horas calmadas,
ocasos, mañanas,
noches, almas.

Un cruce de almas.


martes, 6 de agosto de 2013

Rima XLV. Verbos.


Juguemos con los verbos, amor.
Convirtamos la lección en acción,
en roja seducción, 
en sexo, metáforas y pasión.

Pongamos al azar, "amar",
primera conjugación.
Ámame sin compromiso, sin dudas,
sin miedos, con caricias desnudas.
Ámame en segunda persona del singular.
Rima asonante o consonante
escriben mis dedos en tu espalda, errantes, 
sin plurales, sin rumbo,
para poner en tus labios los míos
y hacer del beso el fin del mundo.

Acabemos con las ansias y el poder,
juguemos con el verbo "querer",
segunda conjugación.
Quiéreme como se quieren dos amantes:
así, con ganas y rápido,
despacio y lento.
Quiéreme como quieren dos caderas 
el compenetrado movimiento.
Suave, sencillo, continuado; 
versos del compás mejor rimado.
Quiéreme a oscuras, sin miedo.
Pero quiérete antes,
no vaya a ser que por querernos
nos quedemos sin ti,
mitad del verbo,
raíz de mis versos.

Juguemos con los verbos, amor.
Convirtamos las palabras en miradas,
las sonrisas en caricias,
los miedos en anhelos.

Juguemos con los lexemas,
con los morfemas.
Pongámonos en contacto,
para dejar en nuestros cuerpos
los pequeños grafemas.

Juguemos con las palabras,
que convierten las miradas en 
sexo, metáforas y pasión,
y convirtamos en acción las bases de la lección,
roja seducción.



sábado, 3 de agosto de 2013

Imprevisto.

 Tras unos meses que pasaron más rápido de lo que hubiera pretendido, decidió escribir unos cuántos renglones de pura prosa, a modo de cierre, de punto final, de epílogo sin oportunidad al final abierto.
La carta que encontré años más tarde, decía lo siguiente:
Todos sabemos que en las relaciones hay un punto R, como en el ciclo celular. Un punto de "no retorno", un punto sin vuelta atrás, un punto que una vez que se salta, el ciclo sigue, pero siempre tendrá un final. Y así fue.
Le dimos demasiadas vueltas a todo, más de las que tú quisieras, y yo menos de las que pretendía. Las palabras entre nosotros corrían, más por mis manos que por las tuyas, más salvajes desde tu boca al principio. Luego se hermanaron, se volvieron similares, la verdad. Pero como muchas veces dije, todo era un juego. Ambos jugando con la misma baraja (francesa, he de decir), supimos que la timba terminaría en algún momento, que no todo duraría para siempre, que ni siquiera quedaría entre nosotros algo que se pudiese llamar amistad.
Y así ocurrió. Una vez, o dos. Un ciento. No me acuerdo. Pero fueron unas cuántas. Demasiadas, ahora que lo pienso. Claro que había un problema: yo. Me resistía a cerrar el ciclo, a no volver a diferenciarme y pasar por debajo de ti, a llamarte y esperarte. Me resistía a sentirme bien sin ti, a creer en otro amor, o en algo que realmente fuese amor (el tiempo pasa, nos hacemos viejos, pero aprendemos).
El caso es que algún circuito de mi cerebro debió decir "basta" en algún momento, y me lo ha transmitido directamente: he actuado. Y en el momento menos esperado de mi vida, de golpe y porrazo, un imprevisto ha sacudido las entrañas para ponerme en marcha. Y es que sin quererlo con el tiempo los pilares de la tierra también cayeron, y dejaron paso a un nuevo mundo, haciéndome el trabajo más fácil. Solo quedaban restos, vestigios, volutas de humo casi transparente. Esencia de ti, rastrojos.
Cansada como estaba, harta de escuchar y leer sutilezas que nunca comprometían, soplé para quitar lo que quedaba de ti: restos. Y fue fácil: eliminé mis esquemas conceptuales, borré mis sentimientos hacia ti, hasta derrumbé los planos que levantaban el edificio coronado por la palabra "amor". No necesité hacerme la dura, endurecí.  No necesité hacerme la fuerte porque ya me había fortalecido. Y ahora queda un vacío, hueco, inmenso, oscuro. Pero eso no es malo, porque todo vacío se llena, porque todo hueco vuelve a ser tierra fértil, porque toda inmensidad se hace pequeña si nos dan la capacidad de medir relatividades, porque toda oscuridad puede ser barrida del mundo con una sonrisa llena de luz.
Así que hoy, te digo adiós, y ya no digo para siempre, sino esperando que sea para siempre, porque cuando el tiempo pasa, como digo, aprendemos.
Iba a escribir que sentía haber sido "tu peor error", pero ya sentirás con el tiempo no haber sido tú el más grande de los míos.

A día de hoy, seguimos sin saber quién era la persona a la que iba dirigida la carta. No tenía nombre. Ni siquiera sabíamos que además de su marido existiese alguien más que mereciese tales palabras. Lucía nunca había dicho nada. Y este fue el séptimo misterio que se llevo a la tumba la mujer que todos creíamos conocer.